LA SALUTOGÉNESIS


¿Qué es la Salud?, es la capacidad de superar cualquier estado enfermizo, influenciado por fuerzas ajenas externas o internas, cambios climáticos, alimentos no habituales y otros. Es decir, cuando el cuerpo humano logra sobrepasar cualquiera de esas influencias, podría decirse que se ha adquirido facultades para mantenerse en salud.

La salutogénesis, es por tanto la facultad del ser humano de poder confrontarse con lo ajeno y salir fortalecido de ese encuentro. Esto es un nuevo paradigma de la “Saluto – génesis” y se basa en el modelo de salud del sociólogo médico americano- israelita Aarón Antonovsky (1923 - 1994).

Aarón Antonovsky, de descendencia judía, nació en Brooklyn en 1923 y en 1960 emigró con su esposa a Israel. Como testigo de la época de la segunda guerra mundial, tuvo que vivenciar, que muchos familiares y personas de su entorno sufrieran los traumas y los daños del holocausto. Así mismo como sociólogo médico, participó en Israel en diversos proyectos de investigación relacionados con el stress, la salud y la enfermedad.

Dentro de una de sus investigaciones, pudo constatar, que una cantidad de supervivientes de este holocausto, que habían sufrido todas las crueldades, luego las hambrunas y los traumas de la postguerra, al igual de personas que después de esto sufrieron tres guerras en Israel; poseían una súper salud. Concluyo que, despues de todo lo que habían pasado, se encontró con personas de una fuerte presencia, gran robustez anímica y excelente de salud.

Es así, que determinó que las personas sanas poseen un fuerte sentimiento de coherencia, es decir, que pueden sentirse unidos positivamente consigo mismo, con su destino, con otras personas, al igual con las circunstancias de su entorno.
Coherencia significa, estar relacionado, estar unido. Es así que, el estado de salud y el estado de enfermedad de una persona es determinado decisivamente por su postura fundamental ante el mundo y su conexión con lo divino. 

Esta coherencia entre el mundo y lo divino le genera ese alto grado de confianza en sí mismo que le permite en primer lugar comprender que las dificultades de la vida tanto interior como exterior son estructurales, previsibles y explicables; en segundo lugar, tiene la suficiente certeza de que dispone de las fuerzas necesarias para poder afrontar esas dificultades; y en tercer lugar que esas dificultades son retos que merecen esfuerzos y compromisos. Se hace responsable de sus actos y deja de comportarse como victima del destino a ser protagonista.

Es por ello, que el recurso más poderoso es la experiencia divina y con ella la experiencia de identidad, la vivencia del propio yo, como ser eterno.
LUZ Y BENDICIONES.

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